lunes, 28 de marzo de 2011

Mercadeo educativo: hacia una experiencia de marca

Muchas personas no entienden que la educación, como cualquier servicio, para una mejor atención de los usuarios, que redunde en relaciones de valor más fuertes entre Institución-Estudiante-Egresado, debe aplicar estrategias de mercadeo que permitan no solo contar con un servicio formativo de calidad, sino también con una experiencia de aprendizaje relevante y diferenciadora.
Con esto no se está negando que la educación es un derecho fundamental y tampoco se está limitando a abordarla desde una mirada comercial, simplemente se está indicando que como cualquier servicio que se presta, donde las personas pueden elegir diversas marcas para satisfacer sus necesidades formativas, las instituciones educativas deben aplicar estrategias de mercadeo orientadas a mejorar la calidad del proceso enseñanza-aprendizaje y por ende la satisfacción de sus estudiantes.
Medidas de calidad como contar con profesores magíster y doctores, con aulas dotadas con última tecnología y plataformas virtuales de aprendizaje, o con programas académicos actualizados a las dinámicas competitivas de hoy, parten de lógicas académicas por prestar un servicio de calidad, pero en últimas no son más que mejoras, desde una mirada mercadológica, que se le hacen al producto/servicio (docentes y programas actualizados) o a sus canales de distribución (aulas y plataformas e-learning).
Sin embargo, aunque no se haga de forma consiente como un proceso de mercadeo, muchas instituciones limitan a esto sus estrategias mercadológicas, olvidando que los servicios (mucho más que los productos) tienen una alta dosis experimental (o experiencial que llaman), por lo que desarrollar toda una experiencia formativa, que va más allá de las cuatro paredes de las aulas, es clave para afianzar relaciones entre las instituciones y sus clientes: los estudiantes y los egresados.
Mirar a éstos como clientes no significa perder la esencia formativa de la academia, simplemente representa que, como cualquier persona que paga por un servicio, los estudiantes tienen expectativas frente al mismo, por lo que es deber de la institución conocer estas premisas y desarrollar estrategias de mercadeo relacional que permitan satisfacerlas.
No hay experiencia más negativa en un salón de clase que una silla incómoda o un salón mal iluminado, pero también se presentan percepciones negativas asociadas al servicio como un portero mal educado, baños sucios o parqueaderos deficientes.
Todos estos elementos, de forma más directa unos que otros, impactan la experiencia académica que viven los estudiantes día a día y por ende su satisfacción con el servicio formativo que reciben, por lo cual cada detalle que se presente en esta relación debe ser planificado, en virtud de prestar un servicio relevante y diferenciador, que se asocie con los valores que la marca académica quiere posicionar entre sus públicos directos.
Si la labor del mercadeo actual es entender a las personas desde su condición humana, todos estos factores que confluyen en la experiencia formativa deben ser planificados en virtud de fortalecer la relación de la institución con sus estudiantes, egresados y demás miembros de la comunidad académica, que día a día viven la experiencia, ojalá positiva, de estudiar en su campus.

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